Taurino
Cercado en la plaza
con el sol sobre su lomo
agoniza en la arena
un negro toro.
Su cuerpo le pesa
le pesa su alma.
La blanca osamenta
derribada,
como lanzas de marfil
en la tierra clavadas.
Sus ojos tristes,
cansados
de tanta vida y el dolor
de las banderillas
con su aguijón
en la carne lacerada.
Su sangre inocente
que alguna vez fue aire,
verde prado,
se derrama
sobre el dorado
color de la tarde.
El aliento se le escapa
e imagina
ser un ave
que cruzando el cielo
en el firmamento se pierde.
Pero es tan solo
un espejismo.
El torero,
como un heraldo
de la muerte
victorioso y altivo,
recibe los aplausos
y las flores.
Y en un último
atisbo de vida
el bravo animal
bufa, se estremece
y agitando su cabeza
mansamente se entrega
a la noche
que lo espera.
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