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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Mientras veo la lluvia caer

Mientras veo la lluvia caer y la yerba se hincha en el mate sobre la mesada de mármol, misma mesada que recibió tu llanto cuando el auricular del teléfono pronunció las palabras y tu grito enmudeció la cuadra y el verano se partió en dos, que digo, tu vida fue una tierra atravesada por un río, cauce profundo y oscuro con un animal muerto en el fondo; decía, la tarde enmudeció y la calle era un desierto y habrías de vagar buscando la dicha, buscando la vida; pero Dios no estaba en la montaña ni escuchaba tus plegarias (él también había muerto) y sólo llego yo a abrazarte, a tomar tu mano, a salvarte en un gesto, ¡que iluso!, creer que te salvo en un abrazo mientras tu cuerpo se escurre entre mis brazos y se aleja, se pierde y en tu lugar crece la sombra, una amarga enredadera que trepa por mis piernas y me sujeta y me ahoga; y el sol será un dios celoso y vengativo y las tardes ya solo serán la lluvia golpeando con furia la ventana, corriendo por el vidrio y el mate que se enfría y el v

Tanguedia

Las persianas que bostezan, los faroles que se encienden. La sangre de la luna en las baldosas, la tristeza en mi pecho que se extiende. Y el perfume de tu pelo que se aleja. Y el rumor de tus pasos que se pierden. Nadie pasa por la vereda oscura, nada queda en la calle silenciosa, solo un charco de barro y amargura donde la lluvia y mi dolor se empozan.