Postal de barrio
Aquí todo es polvo
y silencio
salvo el tiempo
que se sacude,
acomoda su plumaje
y duerme.
Aquí nadie
(nunca)
espera a nadie
(nada).
Solo es un recostarse
contra el sol de piedra
y ver pasar la mañana
con su chismosa repleta
de mandarinas,
pan dorado
y violetas.
Los gatos conversan,
en su lenguaje gatuno,
de sus andanzas nocturnas;
y exhiben, orgullosos,
algún rasguño.
El calor aplasta,
la humedad mata;
y las noticias vuelan
de boca en boca,
como hojas muertas
que el viento arrastra.
Los autos
(de dónde vienen?
adónde van?)
no pasan
por esta calle;
y si alguno, por casualidad
se pierde
dudo que se vuelva a encontrar.
Así, uno se entretiene
matando el tiempo en la vereda;
y en la procesión
de sillas playeras
atravesando el zaguán,
el día se consume
y otra vez a esperar
que la lluvia
arrastre consigo
la angustia
de vivir
sobre esta tierra
pedregosa y mustia.
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