Asunción

De tanto gritar
y escupir al cielo
hasta sangrar
me abrí paso,
tajo a tajo,
hasta el trono celestial.
Los ángeles caídos
por la certera puñalada,
rodaban por la escalera
con una flor carmesí
en su túnica, bordada.
Y en el vacío inmóvil
del espacio sagrado,
Dios
(lo confirmo
sigue vivo)
aterrado en el sillón,
con su divino cuello
por la daga cercado,
en un hilo de voz
preguntó:
- Que quieres?
Y en mis ojos furibundos,
la respuesta acerada
del metal resplandeció:
- Nada.
-respondí-
Ahora
no quiero nada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Flash

Vidas de papel (fragmento)

Iluminación (pequeño esbozo de una muerte)