Lento se desliza y rompe el oleaje sobre las rocas; y en un instante furioso, estalla en espuma el cuerpo líquido de las olas. La piel plateada y tersa del agua serena, como un espejismo se retuerce, agita y desvanece en espasmos sobre la arena. El sol pétreo, cansado, como un dios antiguo y pagano, se desploma sobre la tarde; y vuelan rayos desde su mano. El ejército de pinos, distante, custodian celosos la solitaria playa; y desde el prisma jade de sus ramas, aroman de verde el aire. Y mientras sigiloso el telón de la noche se despliega por el poniente, del otro lado del mar un hombre camina, abandona la tierra y se sumerge en el oscuro para siempre.